El pasado viernes 17 de octubre iba paseando por el centro comercial Las Arenas cuando me tropecé con una exposición de fotografía llamada "Miradas de la India" hecha por la asociación International Women's Cup, la cual trabaja conjuntamente con la Fundación Vicente Ferrer.
Puesto que en el bachillerato hice un trabajo sobre el papel de la mujer en la India, las maravillosas imágenes que vi me hicieron recordar la cantidad de datos impactantes que conozco sobre ese país. Ya sean la extrema pobreza, la violencia de género, la corrupción policial y del gobierno o las dificultades para acceder a la educación, sanidad o buena alimentación.
Sin embargo, la mayor parte de las imágenes recogían a niños o personas sonrientes, lo que me llevó a plantearme la siguiente cuestión.
¿Deberíamos considerar un arte la capacidad de sonreír? Y me refiero a la capacidad de sonreír pese a las dificultades del entorno, pese a vivir en medio de la calle sin acceso a agua potable ni a una dieta digna y mucho menos a los medicamentos. Hablo de sonreír en un mundo en el que cada 20 minutos hay una violación y en el que aún, hoy en día, se lleva a cabo el infanticidio.
Está claro que según la definición de arte, esto no lo es. No obstante, si en lugar de centrarnos en el sentido literal de la palabra, lo hacemos en el figurado, para mí una sonrisa podría llegar a considerarse un arte, y más viniendo de alguien que no tiene nada.
Estas imágenes, pese a no haberse tomado con una intención artística, contienen un significado cargado de fuerza. Recordemos que el arte es subjetivo y que en nuestra sociedad, tal vez, no sabemos apreciar lo que tenemos.
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